Historias, todos tenemos al menos una que contar, todos incluso sin quererlo, estamos siempre comunicándole a otros nuestras historias. A lo largo de la vida contamos muchas historias, unas buenas otras no tanto. Algunos cuentan historias extraordinariamente bien, por eso atraen nuestra atención y nos encantan con su manera de hacerlo, otros muy a su estilo, algunas veces muy limitado logran exponer de manera sencilla lo más relevante de sus vidas. La realidad es que por alguna razón tenemos esta necesidad de comunicar a otros nuestras vivencias, triunfos, derrotas, sueños y aprendizajes. ¿Sabías que los seres humanos en lo profundo del corazón lo que deseamos al llegar al final de nuestros días es poder contar una buena historia? Sí, todos aspiramos y esperamos que al llegar al final de nuestro paso por la tierra, nuestra historia de vida haya sido buena y que a pesar de todo tengamos un balance positivo. Esa es la razón por la que nos gustan las películas y libros con finales felices, porque en medio de la ficción nos identificamos con los protagonistas de la historia y quisiéramos también poder vivir intensamente la nuestra. Eso se llama trascender, dejar legado, para que cuando ya no estemos aquí, por lo menos permanezca nuestra historia en la memoria de los que quedan. Que seamos recordados por lo que fuimos, lo que aspiramos ser, por todas nuestras luchas, lo que hicimos, pero sobre todo, deseamos que otros conozcan nuestras batallas conquistadas.
Contar historias es todo un arte que se ha vuelto muy popular en estos días, incluso hay quienes se dedican a hacerlo de manera profesional, porque las personas que saben conectarse con otros a través de historias son muy difíciles de encontrar. Los cuentacuentos o más conocidos por su término en inglés como storytellers, tienen cada vez mayor demanda en esta sociedad en la que la tecnología, la rapidez y la superficialidad nos están consumiendo. Antes era común sentarnos alrededor de una mesa con la familia o amigos a conversar, para contar nuestras historias del día o las de la semana, pero ahora no, hoy cada quien vive en su mundo, aislado de los que lo rodean y lo que es más grave aislados de sus propias historias. Estamos perdiendo la capacidad de comunicarnos con los otros, pero tampoco sabemos cómo comunicarnos con nosotros mismos. Esta desconexión interna nos incapacita para lograr buenas relaciones con los demás, pero también nos impide tener un saludable, positivo y amable diálogo interno. El problema principal es que no podemos transmitirle a otros algo que ni siquiera nosotros mismos tenemos claro, por eso vivimos como ermitaños, aislados de todos y todo. Cada hombre y mujer tiene en sus manos el poder de escribir su historia, de contarse y contarle a otros lo que está en lo profundo de su corazón, esto no es una opción, es una responsabilidad, por eso mi propuesta de hoy es una invitación a asumir el compromiso de aprender a contarnos historias.
Aprender a contar historias aunque no lo creas, es quizás la habilidad más trascendental que los seres humanos hemos podido desarrollar a lo largo de los siglos. Antes que descubriéramos la escritura ya contábamos historias a través de las pinturas, como lo podemos constatar en la magnífica obra pictórica que descubrimos en la cueva de Altamira en España. Por siglos la historia se ha preservado por el mensaje oral, lo que una generación le cuenta a la siguiente generación para que ellos construyan sobre ese legado y luego ya más recientemente nos encontramos con la palabra escrita. Todas formas de conectarnos con los demás pero primeramente con nosotros mismos. Y, ¿por qué es tan importante aprender a transmitir historias? La respuesta podemos resumirla en lo que dijo el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Imagina entonces, lo que podría sucederle a quien no conoce su historia, sería como regresar una y otra vez al mismo punto de salida sin posibilidad de avance y progreso, ¡eso es una tragedia!, no solo a nivel social sino también a nivel personal, porque perderíamos la capacidad de observar la vida con perspectiva y esperanza. Eso precisamente es lo que estamos viviendo en estos días, personas que viven sin esperanza porque están desconectados de ellos mismos y además sin la oportunidad de escuchar las historias que otros tienen que contar, historias que podrían traerles aliento y confianza al corazón. No nos extrañemos entonces, como hay tantos que solo sobreviven y otros incluso que decidan quitarse la vida.
Siempre estás contando una historia, pero el asunto es, ¿cómo lo estás haciendo?, ¿qué palabras estás utilizando para contarla? Hay quienes cuentan sus historias con tristeza y derrota, algunos la cuentan sin gratitud ni reconocimiento de lo bueno que también han vivido y otros la cuenta con tanta pasión que nos llenan a todos de fe y optimismo. No necesitas tener una grandiosa historia de éxito para dejar legado, necesitas saber contar lo que tienes para contar, lo que te ha tocado vivir y ser intencional en la forma con que trasmites tus historias porque eso es lo que vas a heredar a los que te escuchan. Justo esta semana volví a escuchar, dos historias que me dejaron marcada de por vida, dos historias de dos personas que entendieron que a través de sus vivencias trascendían y dejaban legado a los que los escuchamos. Ninguno de ellos tuvo vidas color de rosa, todo lo contrario, sus historias se vieron marcadas de enfermedades a los que con valentía se enfrentaron y de dos maneras muy distintas lograron darle la vuelta a su dolor. Uno de ellos es Albert Espinosa (https://youtu.be/IoKHaljIXxc), un hombre impresionante que ha sabido contar su historia con humor, la otra persona es mi querida Gigi (https://youtu.be/4USxZ1zEdkU), una tica que dejó su historia de vida en un documental como un legado de amor para su hija y esposo. Puedes buscarlos en internet, allí los vas a encontrar y aprender más de sus historias para que aprendas a cómo contar la tuya.
Hay estudios que prueban que quienes aprenden a contar así mismos su historia, también logran contarla de manera más efectiva a los demás, pero además, estas son las personas que alcanzan a vivir más años no solo en cantidad sino también de calidad, ¿interesante verdad? Hay zonas registradas a nivel mundial en donde las personas son más longevas, estas regiones son conocidas como zonas azules y una de las características comunes a todas ellas es que sus habitantes invierten tiempo para conversar por largas horas. Como que contar historias es bastante importante en la vida de la gente. Parece que vale la pena tomarse el tiempo para aprender a hacerlo bien, pues de todas maneras con solo el hecho de vivir ya estamos haciendo historia. Por eso quiero dejarte algunas cosas que me han servido en este camino de aprender a contar la mía. Yo quiero vivir bien, quiero dejar huellas bonitas, quiero vivir muchos años, quiero que mi siguiente generación no tenga que empezar de cero, sino más bien comience a construir sus historias sobre la base que logré construir para ellos. Quiero un mundo con más esperanza, más progreso, avance, no solo económico sino también más humano y una manera de hacerlo es siendo más compasivos, empáticos y amorosos con nosotros para luego serlo con los demás.
Entonces, ¿cómo te cuentas tu historia?
Revisa las conversaciones que tienes contigo, tú eres la persona con la que más hablas cada día, lo que te dices y cómo lo dices es mucho más importante que lo que te dicen. Tu mente te cree a ti, por eso no te hables mal.
Ten claridad en medio de las tormentas, no importa por lo que estés pasando, no hay nada que no pueda vencerse si tenemos la fe y esperanza de que nos espera algo mejor. Detrás de las nubles oscuras siempre brilla el sol, ese debe ser tu enfoque.
Tú eres el protagonista de tu historia, eres el guionista y el que decide qué personajes entran y quienes salen. No permitas que nadie te robe el papel de protagonista en tu historia, cada quien tiene su oportunidad de ser el principal de la suya.
Aprende a ser flexible, muchas veces tenemos la vida planeada, sabemos lo que queremos y cuando lo queremos, pero por esas cosas de la vida algo no sale como esperabas. Aun así, en medio de lo inesperado puedes continuar creando la mejor parte de tu historia.
No la escribas, píntala, y qué tal si en lugar de escribir la historia de la manera más convencional y quizás aburrida, mejor la pintas de colores. La vida es más que blanco y negro, la vida está llena de diferentes tonalidades y todas juntas hacen de la historia una obra maestra.
Por eso mi propuesta para hoy es aprendamos de otros que ya están contando con colores sus historias, Albert Espinosa dijo: “si aprendes a morir aprendes a vivir”, y yo agregaría, si aprendes a vivir aprendes a contar tu vida con colores.
Por eso, vamos te invito, ¡cuéntala con colores!
Por Kenia Salas