¡Qué lindo es estar rodeado de gente que lo quiera a uno de verdad! ¡Qué lindo es disfrutar con aquellos con los que podemos ser nosotros sin tener que fingir para encajar!
Llegamos solos a este mundo y así nos vamos a ir, sin embargo, no estamos diseñados para vivir en soledad, todo lo contrario, crecemos, disfrutamos y nos desarrollamos cuando abrimos el corazón a los demás. Mientras vivamos aquí, acompañaremos y nos acompañarán personas cada día de nuestra vida y juntos nos haremos mucho bien. Desde el momento de nacer ya algunos nos esperan afuera con gran expectativa porque nos quieren conocer. Conforme vamos creciendo, más gente se nos va uniendo para compartir con nosotros al menos un pedacito de este viaje maravilloso al que llamamos vida. No te extrañes cuando veas que hay algunos que más bien en lugar de quedarse, se van alejando del camino que por un tiempo los juntó. Sentirás su ausencia, pero esto no debe preocuparte porque es parte natural del curso de la vida. Para nadie es un secreto que no todos nos acompañarán hasta el final. Todos hemos vivido y sentido el vacío que deja un ser querido que hoy ya no está. Hemos sido testigos de las entradas y salidas de la gente importante de nuestra vida, pero sabes qué, aquí sigues tú, aquí sigo yo. Por muy duro que parezca, por más que no quieras, al igual que los que llegan, siempre hay otros que se van, pero tú no dependes de ellos. Tu vida sigue su rumbo porque estás aquí con un propósito, el cual debes vivir con intención. La reflexión de esta semana es una invitación para dejar ir a los que tengan que partir, para que disfrutes los que hoy están contigo y sobre todo para que te valores y descubras lo placentero que es estar presente cuando estás contigo.
Los que se van y no se quieren ir. Ponte a pensar por un momento: ¿quiénes son los que hoy ya no están en tu vida? ¿Amigos cercanos, padres, hermanos, hijos, tu esposo o tu esposa? Hay muchas razones por las que las relaciones con la gente más querida se ven truncadas o interrumpidas, algunas de forma temporal y otras de manera permanente. Sin importar la razón por la que una relación con un ser querido ya no puede continuar, es importante que sepas que es normal que te duela y que te tome un tiempo poderte recuperar. Algunas veces las personas ya no nos pueden acompañar por situaciones fuera de su control, por ejemplo, cuando debemos despedir a un ser querido que muere. En estos casos sufrirás un período de duelo totalmente natural y del cual no te debes culpar, pero como todo en la vida, necesitas superarlo. No puedes quedarte en duelo de por vida, estoy segura que a la persona de la que te está costando trabajo despedirte quisiera verte vivir al máximo el tiempo que te queda, que seas feliz y que vivas con gran significado y propósito. En el fondo, los seres queridos que hoy no están compartiendo contigo esta vida física, estarán presentes de alguna otra forma el resto de tu vida. Los podrás sentir cerca de ti cuando en situaciones difíciles te preguntes, qué habría hecho ante esta situación esa persona o te imagines lo feliz que estaría de verte avanzar en la vida persiguiendo tus sueños.
Los que sólo están por un rato. Hay otras personas que llegan a tu vida para compartir grandes historias y aventuras, son personas que vienen para darte un empujón, para enseñarte algo que necesitabas aprender o para regalarte un tiempo de descanso y tranquilidad. Estas relaciones no siempre son duraderas aunque no lo sepamos, las disfrutamos sí, pero son para una temporada específica, por eso puede ser que un día, casi sin que te des cuenta todo comience a cambiar. Es entonces cuando empiezas a sentirlos lejanos, cuando parece que tus cosas no son importantes para ellos o que sus asuntos no son importantes para ti. En ese momento cuando los sientes tan distantes, pareciera que el vínculo que los unía se rompió por algún motivo y entonces comienzas a buscar culpables. En estos casos cuando quieres encontrar el porqué del final de la relación podrías tropezarte con estas posibles causas: falta de interés de alguno de los dos, por alguna traición o maldad, o porque sus vidas están tomando direcciones muy distintas. En cualquiera de las situaciones anteriores no es recomendable forzar a que la relación continúe a no ser que ambas partes quisieran hacerlo. Para esto es necesario que haya un compromiso sincero y amoroso para trabajar en lo que la relación requiera para que no se hagan daño. La verdad es que en la mayoría de las relaciones que se acaban si no existía un fuerte y saludable vínculo de amor uniéndolos es mejor soltar y que cada quien continúe su camino. Aquí cabe muy bien el dicho famoso de las abuelitas: “agua que no has de beber déjala correr”.
Los que se quedan. Están los que te han acompañado por muchos años, en las buenas y en las malas, los que te conocen tal cual eres y aún así siguen contigo. Esas personas incluso puede ser que no siempre estén presentes, aparecen y desaparecen en diferentes etapas de la vida. A la hora de la hora siempre están allí para ayudarte, para decirte las cosas como son, con respeto y amor, pero no para juzgarte. Esas relaciones son como el oro, han pasado la prueba de fuego para quitar lo superficial que no servía, para dejar el puro y más genuino material con el cual puede crearse las más lindas obras de arte. Esas relaciones han pasado la prueba del tiempo, porque a pesar de los años, todo los errores y horrores que nos hayan visto cometer siguen presentes para acompañarnos en el arduo trabajo de convertirnos en nuestra mejor versión. Los que se quedan no te controlan, te permiten ser quien eres, pero con seguridad te dirán cuando no estés haciendo las cosas bien. Las personas que se quedan contigo no son las que están obligadas a hacerlo, son las que de verdad quieren quedarse. Por eso encontrarás de todo en este grupo, aunque no son los que piensas, porque hay familia que no quiere quedarse, mientras tanto hay amigos que son más hermanos que los que tenemos de sangre, ellos nos han abierto su corazón y llegaron para quedarse. Los que forman parte del grupo de los que se quedan, son la familia que vamos conociendo por todas partes.
Yo me quedo conmigo. Muchos pueden ir y venir acompañándote en tu recorrido por la vida. Muchos pueden entrar y muchos pueden salir, incluso los que no se quieren ir, tendrán que dejarte seguir por tu cuenta en algún punto del camino. Sólo tú te podrás quedar hasta el final, entonces ¿qué necesitas para quedarte contigo? Necesitas descubrir tu valor, necesitas amarte, necesitas conocer la importancia de estar presente siempre que estés contigo. Todos tenemos la necesidad de relacionarnos con otros, pero adivina qué, antes que la necesidad, está el amor propio. Tú no necesitas llenar un vacío de soledad, tú no necesitas que alguien te arregle la vida, tú no necesitas aguantar que te maltraten para no estar solo, tú no necesitas ser el salvador de otros que te hacen sentir culpable por lo mal que está su vida. Tú ya tienes compañía, viniste a este mundo acompañado por ti. Todos los demás que te encuentras en el camino, son aprendizaje, son experiencias, son regalos de amor, son familia del corazón que Dios te ha permitido conocer y por los cuales debes estar siempre agradecido. Por eso no permitas que ni que el abandono o la soledad te hagan creer que debes aguantar lo que sea en nombre de la necesidad. Rompe con esas creencias que no te permiten tomar la decisión de elegir primero por ti, porque si no lo haces nunca podrás elegir bien a quienes te acompañaran en tu camino por la vida.
Ámate, elige por amor, no por necesidad. Sólo cuando hagas esto, todo lo demás en tu vida se comenzará a acomodar.
¡No dejes pasar la oportunidad de hacerte feliz!
Por Kenia Salas