No me pregunten por qué, no sabría responder con claridad, pero desde hace muchos años, quizás desde mi tiempo de universidad, octubre ha sido un mes difícil para mí. Por años he tratado de responderme el por qué me siento así en este mes, debido a esas reflexiones han surgido algunas posibles respuestas. Hoy quiero compartirte mis cuestionamientos de octubre y las propuestas que desde mi interior he negociado conmigo para sacar lo mejor de este mes, que ahora en lugar de entristecerme me reta a dar lo mejor de mí. No se si tu tienes tu “propio octubre”, pero siendo sinceros, creo que en el fondo todos tenemos un mes favorito y otro que no lo es tanto, ambos marcados por eventos que nos trajeron mucha alegría o que nos produjeron miedo e incertidumbre. Con el pasar de los años he entendido que la vida es muy corta y que tan valioso es un mes como el otro, no se pueden simplemente dejar pasar, ¡hay que vivirlos! Todos los meses del año, todos los días del mes pueden ser extraordinarios, aunque sucedan cosas que no nos gustan. ¿Tienes algún mes que te cuesta superar?
Los antecedentes: En los últimos años, tratando de entender la tristeza oculta que llegaba con cada mes de octubre, un día recordé un episodio triste de mi vida, que me marcó para siempre. La muerte de mi abuelita paterna ocurrió un 4 de octubre, sí así, casi como para estrenar el mes. Su muerte llegó de repente, cuando yo era aún una niña y no podía y tampoco quería escuchar hablar de la muerte. Es increíble ver como cosas que vivimos en nuestra infancia repercuten por años aún en nuestra vida adulta. Su muerte desencadenó otra serie de episodios tristes que vinieron meses después, pero que yo con mi visión infantil relacioné al 100% con la muerte de mi abuelita. Después de su muerte, tuve miedo a dormir sola, me pasaba todas las noches a la cama de mi hermano porque no podía dormir, lloraba mucho y perdí las ganas de comer. Tengo un leve recuerdo que me llevaron al doctor, pero ahora que lo pienso, más bien creo que era un psicólogo.
Un día me percaté que en octubre ya no podía salir afuera a jugar tanto como en los otros meses del año, eso me frustró y me enojó. En Costa Rica el mes más lluvioso del año es octubre. En octubre los días por lo general son apagados y nublados, con frecuencia llueve desde que amanece y las tardes son de aguaceros interminables. No poder ver y sentir el sol radiante sobre mi cara también me entristecía. Cuando entré a la universidad y las obligaciones y responsabilidades eran mayores, descubrí que en octubre la carga académica de trabajos, exámenes y proyectos era muchísima. Claro, es lógico, es el último trimestre antes de cerrar el año y hay mucho que hacer, pero me era difícil manejar ese nivel de estrés en medio de los días nublados. Ya de grande, en la vida laboral y de adulta, era en octubre el mes en el que me daba cuenta que de las cosas que me había propuesto en enero, muchas habían quedado perdidas en el camino y eso me hacía sentir derrotada y fracasada. En fin, octubre para mí significaba una suma de eventos o situaciones que venía coleccionando desde niña y otros que había ido agregando después. Algunos de esos eventos ni siquiera podía controlarlos y de los que sí podía, no lo hacía porque ya no tenía fuerzas de tanto pelear con los que se salían de mi control.
La propuesta: Un día decidí que no podía seguir así cada octubre, debía hacer las pases con él. Quizás si lo comenzaba a ver con otros ojos, él me comenzaría a tratar mejor, después de todo, la mayoría de las cosas ocurren desde nuestra percepción. Claro, después de tantos años de estar peleada con octubre, volver a tener una buena relación con él no iba a ser fácil. Decidí empezar poco a poco, a limpiar su triste reputación en mi vida y tratar de ver lo mejor que tenia para ofrecerme. Fue así como cree una estrategia no solo para sobrevivir a octubre, sino para disfrutarlo y aprovecharlo, pero no creas que es sencillo, cada vez que se acerca debo replantearme algunas cosas y recordarlas. Para hacer las pases con octubre lo comencé a ver como si fuera enero. Enero es tiempo de nuevos comienzos, de esperanza y de darse la oportunidad de soñar y sentir el sol brillando con fuerza en el horizonte de un futuro indudablemente mejor. Desde que veo a octubre como si fuera enero de verdad que me cae mejor.
Fuera culpa: Lo que me propuse hacer en enero para el resto del año y dejé botado en el camino, sea por la razón que sea, eso ya es parte del pasado. Ahora no permito que las excusas o los remordimientos me dejen sentada sin hacer nada para cambiar mi destino. No escucho la culpa, no me interesa lo que tenga que decir, me importa lo que sé que puedo hacer si no permito que el pasado me detenga.
Fuera cansancio: Ahora empiezo octubre entendiendo que tengo un trimestre completito para hacer y cumplir todo aquello que me proponga. Dejo el cansancio que me produjo la procrastinación a un lado y comienzo cuanto antes a programar inteligentemente el último trimestre del año. Renuevo mis fuerzas con la alegría que se siente iniciar algo que se ha estado esperando.
Pequeñas listas: Es tiempo de ser muy estratégica y selectiva para escoger cuales caminos voy a recorrer en los tres meses restantes. Priorizo con inteligencia y un poco de corazón lo que realmente me daría satisfacción haber concluido al final del año. Soy realista, no lleno mi agenda de programas y metas que no pueda cumplir, comienzo con las que sé que son importantes para mí.
Pequeñas acciones: A la pequeña lista de retos por cumplir es necesario sumarle las pequeñas acciones de todos los días. No necesito proponer hacer grandes esfuerzos para ver mis metas cumplidas, pero sí necesito ser constante en dar pequeños pasos que me acerquen a lo propuesto. Doy pasos con dirección e intención que sin duda me han llevado a ser muy cuidadosa en cómo invierto mi tiempo.
Enfoque y atención: Las pequeñas acciones requieren de mucha más atención, por eso es que, aunque todo el año debo estar enfocada, en octubre es mucho más importante, pues es necesario no solo para cumplir las metas comprimidas y elegidas para el último trimestre, si no también para prepararme para el año que se aproxima.
Cuando comencé a ver a octubre como si fuera enero, empecé a perder el miedo a lo desconocido, como a la muerte de mi abuelita. Ahora la lluvia de octubre me ayuda a mantenerme concentrada para sacar adelante las tareas propuestas, ya no me parece aburrido como cuando no podía salir a jugar, estoy enfocada. Se me fue la incertidumbre de no saber si lograría cumplir con las exigencias que el fin de trimestre me plantea y el fracaso ya no es una preocupación porque ahora entiendo que si mantengo una actitud de seguir avanzando nunca llevaré la etiqueta de fracaso en mi frente.
De verdad espero que si tienes que lidiar con “tu propio octubre”, alguna de mis palabras te sirva como estrategia para hacer la pases él y no dejes perder ni uno solo de tus días sin vivirlo con la emoción con la que se inicia un cuaderno nuevo, con la ilusión con que iniciamos cada enero.
¡No es tarde para desafiar a tus retos y vivir con alegría!
Por Kenia Salas