Esa de la foto de la portada soy yo, tal vez no sea una de mis mejores fotos, pero esas fotos capturan en una imagen mi victoria sobre los temores y mis más duras luchas internas de los últimos diez años. Diez años han pasado ya desde que se me derrumbó la vida, diez años desde que todo cambió de un momento a otro cuando esa noticia destrozó mi corazón y me marcó para siempre, partiendo mi vida en un antes y un después. Diez años de incertidumbre, diez años de una montaña rusa de emociones y reacciones, diez años de esperanza combinada con desesperación. Diez años de tanto y tan revuelto que aún ahora me cuesta describir. Diez años de la pérdida de nuestros hijos que esperábamos con tanto amor e ilusión. Pero esas fotos de portada son más que imágenes, son el amoroso recordatorio de que la vida continua a pesar de la muerte, porque en la vida nada se detiene. Para mí esas fotos valen más que mil palabras, porque me hacen recordar diez años de caminos muchas veces intransitables.
Y ahí estoy en esas fotos corriendo, riendo, con el corazón contento a punto de llegar a la meta para alcanzar mi objetivo, objetivo que diez años atrás creía inalcanzable. Este quizás es uno de los blogs más íntimos y personales que he escrito, pero, ¿de qué sirve haber pasado por tanto si te lo guardas y no lo compartes con nadie? No creo que sea casualidad que este año se cumplieran diez años de esta carrera inesperada, que me tocó correr no porque yo la escogiera sino porque así tenía que ser. Y que este fin de semana, yo corriera mis primeros 10, es algo que no quiero dejar pasar sin hacer un alto y reflexionar. A diferencia de la carrera que he tenido que recorrer por los últimos diez años, la de este fin de semana, esa sí que la quería hacer. Yo misma me inscribí, me preparé con diligencia y no debo negar que con un poco de duda también, pero quién no va a dudar después de haber aprendido y no siempre por la buenas, que la vida algunas veces te obliga a sentarte a esperar.
Esperar, eso es lo que más he hecho en los últimos diez años, esperar a que pasara la cuarentena para volverlo a intentar, esperar cada 28 días para ver si ese mes ya tendríamos la noticia deseada. Esperar a que este dolor no doliera tanto, esperar que la gente te pudiera entender, esperar a volver a ser la misma, como si nada de esto hubiera pasado, pero qué va, estas cosas te dejan marcada de por vida y ya viéndolo bien, ahora soy mejor persona de la que era hace diez. Esperar para volver a hacer ejercicio, porque como decimos en Costa Rica, “no quería jalarme ninguna torta”, porque si un bebé venía ya de camino así minimizaba al máximo lo que pudiera salir mal. Esperar, esperar y esperar, ¡ay es que esa palabra tantas veces me cayó tan mal! La gente te la dice por todo y en todo, y claro, yo se que muchas veces tienen razón, pero otras tantas lo único que hacen es ayudarte a pulsar el botón de pausa de lo que es vivir de verdad. Y es que uno es renco y lo empujan, porque cuando pasé por esos años difíciles lo único que quería era no hacer nada.
Siempre me gustó el deporte, lo practiqué activamente desde mi infancia hasta que llegó el evento no deseado. Y es lógico, en medio de tanta tristeza y desesperación, pausar y esperar parece una razonable justificación, eso sí, si no te detienes por completo. Me tomó muchos años poder levantarme y decir “¡hasta aquí, ya no espero más, vuelvo a tomar las riendas de mi vida, porque lo que ha de llegar vendrá!”. Así fue como poco a poco fui reacomodándome. Algunas áreas ya había empezado a retomarlas desde hace varios años. De hecho, de muchos de esos ajustes es que surgió lo que ahora hago desde Fuera del cajón. Sin embargo, me quedaba pendiente una y para mí, una de las más importantes. En abril de este año, tomé la decisión que había estado posponiendo, volví a entrenar, porque es lo que he hecho desde niña y porque eso me hace muy feliz. Diez años sin correr, diez años sin salir a las calles para recorrer los caminos a punta de zancadas y trotes. Y no fue fácil porque esa ausencia de diez años se siente, es como empezar de nuevo de cero.
Me uní a un equipo de atletismo con un grupo de personas de las que he aprendido muchísimo, y que sin que ellas se hayan dado cuenta me han impulsado a seguir adelante cuando siento que no puedo dar más. Tengo un profe increíble, que ha sido mi instructor, me ha llevado paso a paso, me ha tenido paciencia y me ha hecho creer que sí puedo. Tengo un esposo maravilloso que con gran sacrificio y sueño se levanta conmigo a correr en las madrugadas para cuidarme de los ladrones. Tengo un hijo orgulloso de una mamá que corre y que nunca se cansa de soñar y de pensar en nuevos proyectos y retos. Mi hijo está aprendiendo que todo se puede alcanzar a punta de disciplina, perseverancia y esfuerzo. Si algo he aprendido en los últimos diez años es que las metas, aunque sean individuales o personales, nunca serán posibles si no tienes gente a tu alrededor que de una u otra forma te respalde. Yo hoy quiero reconocer a todos los que me han acompañado, aunque ni siquiera se hayan enterado. ¡Gracias a todos los involucrados en mi proceso!
La vida, la vida es misteriosa, impredecible y quizás sea eso lo que la hace tan interesante. Yo tenía planeado correr mis primeros 10k en setiembre de este año. Ya para agosto me sentía fuerte, lista, preparada para demostrarme a mí misma que ya estaba entrando a una nueva temporada. Pero como no todo lo que uno quiere sucede, a mediados de agosto me enfermé de gravedad, estuve hospitalizada y casi no cuento el cuento. Una bacteria me tuvo fuera de circulación por casi dos meses, quedé débil, muy frágil y emocionalmente afectada. Una vez más parecía ser que la vida o por lo menos la gente me decía que debía sentarme a esperar. Esperar, ¡no, ya no quería esperar más de lo necesario! “¿Cómo sentarme de nuevo a esperar, si llevaba diez años con la vida en pausa? ¿Esperar justo ahora que estoy tan feliz corriendo?” Dios que es muy grande y bueno, me cuidó en todo momento. Gracias a Él es que hoy puedo estar aquí escribiendo además de corriendo. Esta vez me dije, no voy a dejarme vencer, viendo pasar la vida sin que yo me sienta viva. Esa sonrisa de la foto, es una victoria que Dios me ha dado dos veces sobre la muerte. Yo se que algún día llegará ese momento, pero aún no ha llegado mi tiempo.
¡Contra todo pronóstico, aquí están mis primeros 10k! Cada kilómetro de este fin de semana representó para mí un año de esa otra carrera en la que nunca me preguntaron si quería participar. Cada kilómetro superado, fue un año conquistado. El desgaste y el cansancio de cada kilómetro recorrido me hizo más fuerte, y me dio más aire y libertad, al igual que cada año de los últimos diez años me transformó en una persona resiliente. Cada zancada, cada suspiro, cada vez que sentía que no podía, recordaba que estaba más cerca de la meta. Me levanté después de diez años, aunque pudo haber sido en menos tiempo, pero eso fue lo que pude en ese momento. Tengo mucho por vivir, mucho para ofrecer y mucho más que aprender. Comprendí también que en la carrera de la vida eres tú quien decides el ritmo que vas a llevar. Habrá trayectos en los que vayas más despacio, incluso caminando porque sientes que tus fuerzas ya no dan más, pero recuerda que lo importante es que continúes avanzando porque la vida no se detendrá por ti, la carrera sigue adelante.
Si tan solo pudiera explicar con palabras al menos la mitad de lo significa mi sonrisa a la entrada de la meta, entonces tal vez llorarías de alegría conmigo, como lo hago yo en este momento. . .
¡Contra todo pronóstico, aquí están mis primeros 10k!
Por Kenia Salas
Te felicito por este gran logro Kenia. Podría llamar a esto casualidad, pero prefiero llamarlo “causalidad”, o como leí alguna vez, una “coincidencia significativa”.Justo hoy me estuvo dando vueltas por la cabeza el pensamiento de que si no me preparo para correr al menos una maratón, seguramente en el futuro me arrepienta muchísimo, y eso es algo que no quisiera que pase. Ya que es un tema que le vengo dando vueltas hace algún tiempo, y que vengo posponiendo por la “bendita” costumbre de esperar, simplemente a que las circunstancias sean las correctas, pero entiendo ahora que no funciona así, sino que uno mismo decide qué quiere hacer y desde ahí hace lo necesario para conseguirlo, y entonces las circunstancias van tomando la forma adecuada. Eso de esperar es simplemente una ilusión que estamos acostumbrados a tomar por verdad pensando y actuando como si nunca fuéramos a morir. “Hacer” y tomar las riendas de la propia vida es un acto heroico, amoroso y responsable con respecto a uno mismo y por eso mismo también con respecto al mundo que nos rodea. Tomo el hecho haber encontrado esta entrada que escribiste, como un aviso que me dice que este es el momento para accionar y hacer lo necesario. Una vez más te felicito y te doy las gracias por compartir esto, espero que este gran paso en tu vida sea el primero de muchos que te permitan vivir cada vez más plenamente la vida que seguramente te merecés. Un abrazo grande.
Simón David gracias, muchas gracias por compartirme eso que viene dando vueltas en tu cabeza. Quizás como dices no es casualidad sino más bien causalidad, así que si esto que compartí te ha servido para impulsarte a cumplir ese deseo que tienes, ¡adelante! Cuando llegues a la meta de tu maratón no dejes de avisarme. Un abrazo a la distancia.
Lloro de alegría contigo, Kenia, te felicito por tú valentía y gracias por compartir lo profundo de tú corazón. Yo también estoy en proceso…
Muchas gracias Cecilia! Disfruta tu proceso aun si no lo entiendes todavía, si sabemos cómo lidiar con ellos nos hacen más fuertes, ¡Adelante!