En el mes de diciembre del 2008, un bebé de dos años corría y jugaba por toda la casa, saturando a su paso todo de alegría. Ese año disfrutábamos la navidad de una manera muy diferente. Sus risas, sus ojitos inocentes y pizpiretos, tratando de descubrir el mundo que lo rodeaba y esa manera tan particular de transportarnos a su universo de cosas maravillosas, hacían que estuviéramos muy conscientes de lo bendecidos que éramos. Así pasábamos nuestros días entre las luces navideñas y los villancicos infantiles. Era un escenario perfecto de paz y amor en todos los sentidos. A nivel familiar todo andaba muy bien, nosotros como pareja cada día más compenetrados y encaminados, soñando y trabajando para crear y poner a andar el proyecto de vida que habíamos trazado y no está de más decir que, también había sido un año muy bueno a nivel laboral y profesional. Y, cuando creíamos que ya no nos cabían más alegrías en el corazón de tantos regalos tan buenos que recibimos ese año, Dios nos sorprende con uno más, sorpresa, . . . ¡viene otro bebé en camino!
Pueden imaginar cómo nos sentimos, era mucha felicidad comprimida en muy poco tiempo. Era un sentimiento de plenitud total, terminar el año así, con broche de oro, era lo más impresionante que nos podía pasar. Después de asimilar la alegría, lo siguiente era informarlo a la familia y a nuestros amigos más queridos. Esa navidad y año nuevo literalmente sentí que me habían subido a una nube de algodón y que de allí no me bajaría nunca más. ERROR, así con mayúscula. Error y mil veces error. A mediados de enero del 2009, en Costa Rica explotó la gran crisis inmobiliaria, eso significaba que todos los proyectos que teníamos planificados para ese año, de un día para otro quedaron engavetados. Los inversionistas no sentían confianza para depositar sus recursos en proyectos en un tiempo en el que todo era muy incierto. No se vislumbraba que algo mejorara en el corto o mediano plazo y los expertos vaticinaban que esta crisis iba para largo. Esas noticias y pasar de tener las manos llenas de trabajo a quedar casi que literalmente de un día para otro con las manos vacías, era algo muy difícil de asimilar para una embarazada y sobre todo en su primer trimestre de embarazo.
Entonces en los siguientes días de enero, entró la mente a trabajar con esos pensamientos dañinos y tóxicos que vienen disfrazados de “voy a ayudarte a salir de esta”, pero que en realidad su objetivo es llenarnos de miedo hasta hacernos temblar, enfermarnos e impedirnos pensar objetivamente desde la esperanza para encontrar soluciones reales en tiempos apremiantes. Pueden imaginar a una embarazada que hace escasos quince días vivía en su nube de algodón con la tranquilidad de que con su trabajo proveería para todos los gastos que conlleva el nuevo bebé, además de los compromisos que ya teníamos, pensando día y noche de cómo salir de esa crisis que ni siquiera yo había provocado. Claro, por fuera parecía que no me pasaba nada, no quería preocupar a Esteban que ya bastante tenía pensando de cómo solventar los tiempos de incertidumbre en la construcción. Esa cantaleta de mi cabeza, me la guardaba para mí, pensando que lograría hacer mucho, pensando mucho, pero en realidad lo único que estaba logrando era debilitar mi cuerpo además de mi mente.
Los emprendedores comprenderán bien a lo que me refiero. En tiempos de crisis todos resultamos lastimados, pero quizás los más golpeados seamos ese grupo de personas, que algunos tildan de locos, porque siguiendo su corazón deciden emprender detrás de sus sueños y que en medio de esa locura de tomar riesgos que no todos se atreven a enfrentar, también llevan alimento a las mesas de muchas familias más. Allí estaba yo, inundando mi cabeza con pensamientos que cada vez me intoxicaban más, viendo el futuro muy gris y pensando en soluciones que por supuesto en medio de una mente con miedo nunca llegaron. En ese momento aún no había aprendido que el miedo nubla la visión y que sin visión es imposible desarrollar buenas ideas, ¡muy cara me salió la lección! No se muy bien cómo sobreviví a tanta preocupación adelantada ese mes de enero, digo adelantada porque hasta donde yo recuerdo nunca nos faltó nada, pero ya saben que la mente nos juega muy malas pasadas.
Ya adentrados en el mes de febrero, la situación laboral seguía igual de incierta y yo cada día más dominada por el miedo de todo lo malo que podría pasar pero que en realidad aún no estaba sucediendo. El 14 de febrero, llegó la segunda crisis, un sangrado muy fuerte justo en el primer trimestre de embarazo no auguraba nada bueno. Y si la crisis inmobiliaria me hacía temblar te terror, lo que viví en los siguientes días y semanas fue el dolor más aterrador que mutiló una parte de mi corazón, eso me dejó tendida en una cama sin tener mucho que decir. Después de dos semanas de tratar de salvar a esos dos bebes, porque una sorpresa más, no era uno, sino que la bendición venía doble, sin embargo, aunque se hizo todo lo que humanamente estaba a nuestro alcance, muy pronto ellos nos dejaron no sin antes marcar sus corazones para siempre en mi corazón. Yo se que muchas cosas pueden pasar en un embarazo, pero por supuesto que la culpa muchas veces me quiere atormentar.
Con los años he ido sanando muchas cosas y algunas de ellas tienen que ver con no permitir a los pensamientos tóxicos que sigan gobernando mi vida. ¿Qué si mis preocupaciones exageradas provocaron la pérdida de mi embarazo? Eso es algo que nunca lo sabremos, pero claro que la preocupación no ayuda mucho en estos casos. ¿Qué si hubiera tenido otra actitud ante la crisis las cosas hubieran resultado mejor? Tal vez sí, tal vez no, en cuestiones de crisis y reacciones todo podría suceder. Mucho puedo hablar de esto, pero eso puede quedar para otro día. Hoy lo que quiero decirte es que por favor si de algo te sirve aprende de mi dolor y de mis lecciones que resultaron ser bastante caras.
Decidí contarte un pedacito de esta historia porque justo ahora que el mundo está atravesando lo que parece ser una avalancha de crisis y hoy más que nunca necesitamos volver a sentir y vivir esperanza. Todo lo que el mundo está pasando hoy, empezó con una crisis de salud, pero como las crisis no llegan solas, esta desencadenó en una crisis laboral, económica y hasta en crisis familiares. Muchas cosas no muy halagadoras podrían estar sucediendo a tu alrededor en este momento, pero por favor, sea lo que sea que estés pasando, mantén tu mente calma. No permitas que tus pensamientos negativos y tóxicos afecten otras áreas de tu vida. La solución a tu problema de alguna parte vendrá, Dios nunca nos deja solos, pero si perdemos la fe y nos atemorizamos de lo que ni siquiera ha pasado podríamos crear una crisis mucho mayor.
Unos meses después, en abril para ser exactos, mientras todavía tratábamos de superar la pérdida de nuestros bebés, una llamada inesperada entró con la noticia que nos contrataban para uno de los proyectos más grandes que habíamos tenido hasta ese momento. ¿Cómo llegó un proyecto de tal envergadura en medio de una crisis inmobiliaria? Eso sólo pudo ser un milagro de Dios. En ese momento pensé, ¿valió la pena preocuparme tanto como para que mi embarazo se viera afectado? Por eso te pregunto, ¿vale la pena pensar solo en lo negativo y no ver todo lo que sí está bien en este momento? Hay mucho bueno a tu alrededor que podrías estar dando por sentado, pero que en realidad son regalos de Dios.
No afectes tu salud, no sacrifiques tu paz mental, sigue creyendo y no te des por vencido. La solución en cualquier momento llegará, pero. . . ¡debes estar atento!
Por Kenia Salas