Algo se me rompió allí adentro, en ese lugar que no sabemos dónde queda, pero donde los vacíos se sienten profundamente. Algo se me rompió, lo supe porque dolió, lo supe porque internamente escuché el estruendo de los pedazos cayendo. Se me rompió el alma, se me escurrieron los sueños, la alegría y la esperanza, tan sutil, pero a la vez tan irremediable, sin nada más que pudiera yo hacer. Esto no es algo que ocurrió en un día, cuando el alma se rompe así en tantos pedazos, casi siempre es producto de aguantar pequeños golpecitos constantemente y entonces, llega ese momento en que cualquier cosa, por insignificante o inocente que parezca, provoca el golpe final para que ocurra el desastre.
No tengo muy claro cuando comenzó mi alma a aguantar el dolor de los “golpecitos inocentes”, pero fueron muchos años. Porque tenía una urgencia de vivir, porque tenía una necesidad real de superar las dificultades que me provocaban dolor, aguanté, me hice la fuerte, porque sólo así, según yo, podía resolver las situaciones que otros me heredaron y entonces ignoré que de vez en cuando, también es bueno llorar, que el autocuidado y amor propio son ingredientes de nuestro bienestar que jamás deben faltar. Cuando perdí a mis hijos, ese día fue lo último que hasta ese momento yo pude soportar, ese día explotó mi alma en mil pedazos porque ya se había debilitado de tanto aguantar. Sé lo que se siente cuando tu vida se rompe en mil pedazos y no puedes hacer más.
Casi sin fuerzas, pero con la ayuda de Dios, con amor y paciencia y después de un proceso largo y doloroso volví a juntar los pedazos que quedaron tirados en el suelo. No fue sencillo, algunos pedacitos de mí, se perdieron para siempre, por eso hoy hay huequitos de vacíos de mi alma rellenados con una amalgama que combina el amor y la aceptación. Ese es el pegamento que me ayudó a juntar mis pedacitos de nuevo, ese es el pegamento que me ayudó a reparar lo que se rompió. De toda esta experiencia resurgió una nueva Kenia. La Kenia de ahora está rota, remendada, pero al fin y al cabo rota, estoy consciente de que es imposible que no queden grietas rellenas de experiencia y de amor donde se volvieron a juntar los pedazos y de esas grietas resultó un nuevo tipo de belleza y fortaleza.
Ahora acepto, aunque no siempre comprendo lo débil o vulnerable que soy, ahora estoy más atenta cuando mi alma me envía esas señales de alerta porque se siente amenazada por un peligro eminente y dentro de mí todo de nuevo comienza a temblar. Ahora escucho mi voz interna y me siento a conversar conmigo, con mi niña interior que vuelve a llorar de terror cuando sin querer se vuelve a sentir rechazada, abandonada, ignorada o violentada. Ahora me tengo paciencia y me cuido de lo que podría volver a quebrar mi alma ya rota, . . . mi corazón es cauteloso. Hay días de días en esta nueva versión de mí, hay días muy buenos, llenos de esperanza y de alegrías, sin embargo, no niego que hay otros de mucho temor.
En estos últimos días, mi alma ha vuelto a temblar, porque cuando a uno se le ha roto el alma, no quieres volver a pasar por el dolor de verla de nuevo en tantos pedazos esparcidos por allí. En estos días oscuros, cuando mi alma está bajita de energía y casi no puedo ver la luz porque todo está oscuro y nublado a mi alrededor, recuerdo el asombroso milagro de estar aún aquí, remendada pero viva, siendo testigo del real sentido de mi vida. Estos días no han sido fáciles, todos somos una obra en proceso, todos somos vulnerables y no estamos exentos de sentir lo que sentimos. Hoy ya no quiero y ya no puedo jugarme el chance de quebrarme de nuevo.
Me cuido, me escucho, sobre todo a mi niña interna para calmarla, para consolarla, para entenderla y para contarle que aún con sus miedos la vida ha sido buena con ella y también conmigo. Y cuando llora mucho, le digo una y otra vez. . .
¡Pronto estaremos bien de nuevo!
Por Kenia Salas
Que excelente forma de describir los sentimientos fotos, que uno vive y lleva dentro del alma.
Y si cada impacto logra una fisura, como un vidrio temperado y en cualquier momento estamos y se hace mil pedazos. Solo el tiempo sabe el día y la hora.
Así es Nestor qué cuidado debemos tener con los pequeños golpes que recibimos todos los días y que parecen que no nos hacen daño, pero que con el tiempo pueden resultar en la tragedia de quebrarnos en mil pedazos.
Que lectura mas sabrosa!
No pude evitar parpadear para que el caudal; ese flujo volumétrico y fluido que tenia atorado en mis ojos saliera y continuar con cada palabra calándome hasta lo mas profundo.Que buena pluma Kenita!Te felicito,tocas los corazones de tus lectores.
Bárbara muchas gracias por tu comentario que me motiva a seguir sacando en palabras que con los años se me han ido quedando adentro. ¡Gracias Barbarita!