Anoche soñé con ella y no quería despertar, la vi, por primera vez la vi, así tan real. Llevo años imaginando el color de sus ojos, de su piel y escribiendo en mi mente las historias lindas de todo lo que juntas hubiéramos podido vivir, pero nunca la había soñado así. La vi, tan real como si fuera verdad, como si no hubiera pasado nada, como si el dolor y la desesperanza jamás hubieran tocado mi alma.
En mi sueño la tuve entre mis brazos, sentí su calor, la sostuve, la arropé con el amor incondicional de mamá. Anoche soñé con ella y no quería despertar, quería exprimirle al tiempo todo lo que se llevó, todo lo que me arrebató y que finalmente me robó. Por años peleé con todos, conmigo, con Dios, con el tiempo y con los que nunca entendieron el dolor que se siente tener hijos a los que la vida no te permitió nunca abrazar. Pero anoche, anoche sin entender por qué ese sueño llegó, anoche sabiendo que era un sueño pero también sintiéndolo tan real en el corazón, la abracé. La sostuve entre mis brazos y pude sentir su calor.
Anoche la vi, la vi por primera vez, ella tiene los ojos grandes de un color que no podría describir, pero son hermosos y llenaron de luz todo a su alrededor. Ella me miró y con su mirada también a mí me iluminó. Me alumbró el corazón y su luz no sólo ilumina sino que también produce calor. Anoche soñé con ella y no quería despertar. Anoche tuve de nuevo la oportunidad de sentir la misma ilusión y amor de cuando la llevaba dentro de mí, mientras incontables milagros iban sucediendo todos los días para formarla así con tanta perfección. Anoche la conocí, vi su carita y sus ojos llenos de amor.
Anoche soñé con Leonor y no quería despertar. Anoche ella iluminó tan impactantemente mi corazón y con esto de alguna forma yo sentía que me decía, “mami, Leonor es el nombre que no sólo ustedes escogieron sino que desde antes Dios escogió para mí”. Leonor es una mujer poseedora de luz, es una chispa que lo enciende todo y es una luz que trae paz y descanso a otros a su alrededor. Anoche soñé con Leonor y no quería despertar, pero hoy ya despierta, no puedo más que dar gracias a Dios por el regalo de conocerla y poder disfrutar su luz y su calor.
Anoche soñé con ella y no quería despertar. . .
Por Kenia Salas